martes, 26 de junio de 2012


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                   Entrevista que el P. Francisco A. Benac S.J. hizo a Jacinta.


Durante una de sus visitas a los Estados Unidos, el P. Francisco A. Benac S.J., fundador del Centro de Garabandal en Bombay, en la India, se entrevistó con la vidente Jacinta Moyniham y su esposo, Jeff, en California.
En esta entrevista el P. Benac habla con Jacinta de varios temas: las primeras Apariciones, la visión del Sagrado Corazón de Jesús, el primer Mensaje, el P. Luis Andréu, la Comisión, sus visitas a Roma, el Aviso y el Castigo.
P. Benac: Estoy muy contento de este encuentro en vísperas de Navidad.
Jacinta: Gracias Padre, Jeff no está ahora pero vendrá mas tarde.
P. Benac: ¿Donde has estado desde que te casaste en Garabandal?.
Jacinta: Estuve cinco meses en Garabandal y otros cinco meses en Andalucía. Cuando Jeff embarcó, estuve tres meses con mis padres. Después estuvimos cuatro meses en Nueva York y, cuando Jeff dejó la Navy, pasamos otros cinco meses en España. Después estuvimos seis meses en Fullerton, California, antes de venir aquí, a Los Angeles, en Agosto de 1977.
P. Benac: ¿Qué recuerdas de la primera Aparición de San Miguel?.
Jacinta: Era domingo; Mari Loli y yo estábamos jugando cuando nos dimos cuenta que Conchita y Mari Cruz habían desaparecido. Entonces Loli, yo y otra niña fuimos detrás del campanario de la Iglesia pensando que se habrían escondido allí.
Dije a Loli:
-- Me parece que van a estar donde el manzano porque el último domingo Conchita, Mari Cruz y yo fuimos al manzano a coger manzanas.
P. Benac: ¿Era este el famoso manzano del huerto del maestro?.
Jacinta: Sí, sí, el mismo. Nosotras estuvimos allí antes.
P. Benac: ¿Qué sucedió después?.
Jacinta: Vimos a Conchita y Mari Cruz moviendo las ramas del manzano y les gritamos:
-- ¿Qué estais haciendo?.
Entonces ellas intentaron esconderse pero nosotras saltamos dentro del huerto desde la pared de piedra que bordea la calleja y nos reunimos con ellas a comer las manzanas.
Después de esto, mientras jugábamos a las canicas en la Calleja, empezamos a sentir remordimiento por haber robado las manzanas, pensando que el Angel estaría triste en tanto que el demonio estaría contento.
Mientras hablábamos, de repente, Conchita, se quedó mirando a lo alto mientras decía:
-- ¡Oh, oh!.
Estábamos asustadas, pensando que le daba un ataque, y cuando ya íbamos a correr a llamar a su madre, de repente, nosotras también vimos la Visión y exclamamos:
-- El Angel.
P. Benac: ¿Fue esta la primera vez que el Angel se te apareció?.
Jacinta: Sí, Padre; fue por un corto tiempo. Dijimos a la gente que habíamos visto al Angel. Fuimos a la Iglesia y empezamos a llorar.
P. Benac: ¿Mari Loli y tú caísteis en éxtasis?.
Jacinta: Sí, por esto dijimos a la gente que habíamos visto al Angel.
P. Benac: ¿Cómo reaccionó la gente del pueblo ante esto?.
Jacinta: Ellos pensaban que algo extaño sucedió que nos había perturbado la mente.
P. Benac: ¿Cómo te sentiste entonces?.
Jacinta: No sentí ningún temor ni nada porque me parecía todo tan natural que pensaba que todo el mundo podía ver lo que yo veía. Me parecia una cosa normal.
P. Benac: ¿Cuándo se te apareció la Santísima Virgen por primera vez?.
Jacinta: Fue en la fiesta de la Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel, el dos de Julio(de 1961).
P. Benac: ¿Qué sentiste al verla?.
Jacinta: Para mí fue como encontrarme con mi Madre después de una ausencia de muchos años. Por eso le decía tantas cosas. En ese momento no pensaba en la importancia que este acontecimiento iba a tener.
P. Benac: He leido sobre la Visión que tuviste del Sagrado Corazón, dime más sobre esto.
Jacinta: Recuerdo un día, cuando nosotras cuatro, siguiendo la llamada de Nuestra Señora, fuimos un poco mas arriba de donde tuvimos la primera Aparición del Angel. Nadie del pueblo nos siguió. De repente las otras tres cayeron en éxtasis al ver al Angel. Yo estaba un poco más atrás viéndolas a ellas en éxtasis y me dije:
-- Pero si yo no veo nada.
Entonces, de repente, se me apareció el Sagrado Corazón de Jesús. Me impresionó profundamente. Él no me habló pero su mirada penetró en lo más profundo de mi corazón.
P. Benac: ¿Qué es lo que más te impresionó?.
Jacinta: Su ojos, su figura; una mirada que penetraba tan profundamente en mí que no lo puedo explicar.
P. Benac: ¿Qué pensaste en ese momento?.
Jacinta: Esta visión del Sagrado Corazón me impresionó más que la de Nuestra Señora, aun cuando no le he vuelto a ver otra vez. Tengo una fuerte sensación de ver a álguien muy querido cada vez que veo su imagen.
P. Benac: Este sentimiento, ¿sigue vivo en tí?.
Jacinta: Sí, Padre, cuando veo su Imagen o hablo de Él, como ahora, siento algo dentro de mí que no puedo explicar.
P. Benac: Jacinta, cuando pasaste la época de dudas, ¿dudaste de esta Visión?.
Jacinta: Nó Padre, esta visión siempre ha permanecido viva en mi mente. Recuerdo habérselo dicho a mi madre, cuando dudaba si había visto a la Virgen y al Angel; pero de esta visión del Sagrado Corazón, aunque me fuese a morir, yo insistiría en que fue verdad. Es algo de lo que nunca dudé.
P. Benac: Esta visión, ¿te llevó a amar más a Dios?. ¿Sentiste si quería Él algo especial de tí?.
Jacinta: No sé cómo contestar a esa pregunta porque Él no me habló pero mi corazón se sintió, desde entonces, cada día mucho más cerca de Él.
P. Benac: Dime de la Comunión invisible que recibiste y de la Comunión visible que recibió Conchita. ¿Estabas tu allí aquella noche?.
Jacinta: Esperé hasta las doce de la noche pero el Angel no había venido y me fui a casa. Mas tarde la madre de Loli me dijo lo que había sucedido.
P. Benac: ¿Qué impresión os produjo a las tres este prodigio de la Comunión visible de Conchita?.
Jacinta: Yo sentí que era una prueba del Cielo de la realidad de las Apariciones para toda la gente.
P. Benac: ¿Apareció Nuestra Señora mas bien sola o con el Niño Jesús o el Angel?.
Jacinta: Algunas veces traía al Niño Jesús, pero la mayoría de las veces venía sola.
P. Benac: ¿Puedes describirme a la Virgen tal como la recuerdas?.
Jacinta extiende sus brazos abiertos y ligeramente levantados y dice:
-- Así; nos miraba, sonriendo, con una expresión de alegría y de bondad.
P. Benac: ¿Recuerdas alguna cosa que Nuestra Señora mencionase y por la que tendríamos que rezar?.
Jacinta: Siempre nos decía de rezar por los Sacerdotes.
P. Benac: ¿Qué decía Ella de los sacerdotes?.
Jacinta: Que son los que deben fortalecer la fé de los creyentes, dar ejemplo con sus vidas y vivir un vida de fé profunda.
P. Benac: ¿Que más os dijo de los sacerdotes?.
Jacinta: Ella nos pidió que rezáramos para que ellos dieran testimonio de su Hijo, Jesús. Dijo esto porque algunas cosas estaban yendo por mal camino.
P. Benac: ¿Cómo era la cara de Nuestra Señora?
Jacinta: Era muy hermosa, su pelo largo, de color castaño oscuro, le caía suavemente por las espaldas.
P. Benac: ¿Y la expresión de su cara y de sus ojos?.
Jacinta: Es muy dificil de describir; ningún artista la podría reproducir.
P. Benac: ¿Qué aspecto tenía la Virgen y cómo vestía?.
Jacinta: Su vestido era blanco, le llegaba hasta los pies, que no se veían y con un manto azul. Su vestido blanco tenía como flores bordadas en él que apenas se veían.
P. Benac: ¿Qué sentíais en su presencia?.
Jacinta: Era muy feliz viéndola, como a una madre que nos quiere mucho; no la sentíamos lejana; nos sentíamos muy cerca de ella y la sentíamos muy cerca de nosotras.
P. Benac: ¿Podías tocar o sentir su presencia?.
Jacinta: Sí, pero es dificil de describir. Porque se tocaba sin sentir con el cuerpo pero sí con el alma. Es un cuerpo espiritual. Es como que la sentíamos con el alma y no con el cuerpo.
P. Benac: Lo que dices es como los cuerpos glorificados, materia espiritual que ocupa un espacio dimensional.
Jacinta: Sí, Padre, es como lo dice.
P. Benac: Es de notar que las otras videntes dicen lo mismo en este punto. Sobre el Escapulario: ¿era siempre visible durante las Apariciones?.
Jacinta: No estoy muy segura pero creo que siempre lo llevaba puesto. Era un Escapulario marrón, con una Cruz por un lado y algo como una montaña en el otro y el escapulario no muy grande, del tamaño de una mano.
P. Benac: ¿Cuánto duraba la Aparición?.
Jacinta: Variaba mucho. Desde unos minutos a varias horas.
P. Benac: ¿Te sentías cansada cuando duraba mucho?.
Jacinta: Oh no, Padre, el tiempo es como que no existía, el tiempo volaba.
P. Benac: ¿Estabas siempre en éxtasis con las otras?.
Jacinta: Siempre fui con ellas; mientras ellas estaban en éxtasis, si yo estaba fuera, normal, me cansaba mucho siguiéndolas, pero si yo también estaba en éxtasis viendo a la Virgen estaba feliz y el tiempo volaba.
P. Benac: Entonces a veces, ¿tú no estabas en éxtasis con las otras?.
Jacinta: Exactamente, y esto me afectaba y me entristecía porque alguna vez estuvo la Virgen quince dias y hasta dos meses sin aparecerse a mí.
P. Benac: ¿Por qué esta "discriminación"?.
Jacinta: Sentía que era una especie de castigo por algunas travesuras o desobediencias. Nuestra Señora quería que fuésemos buenas y obedientes y que hiciésemos todo lo mejor que podíamos.
P. Benac: Bien, Jacinta, si la Madre nos castiga, es porque nos ama mucho.
Jacinta: Sí Padre, eso es verdad.
P. Benac: Ahora, Jacinta, dinos acerca del Primer Mensaje y qué recuerdas de él. ¿Estábais las cuatro juntas en ese momento?.
Jacinta: Sí, estábamos juntas; fue la Santísima Virgen quien nos dió este mensaje:
Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia, visitar al Santísimo Sacramento, pero antes tenemos que ser muy buenos. La copa se está llenando y si no cambiamos vendrá un castigo muy grande.
P. Benac: ¿Os urgió la Virgen dar a conocer el Mensaje?.
Jacinta: Oh, sí. Ella nos dijo que lo diéramos a conocer al mundo, que lo dijésemos el 18 de Octubre (de 1961) para que la gente lo difundiese por todo el mundo. Ella también dijo que lo más importante era cumplir el mensaje.
P. Benac: ¿Sabes por qué Nuestra Señora retrasó darlo a conocer hasta el dieciocho de Octubre?.
Jacinta: No lo sé, pero quizás Ella quería que la gente conociese mejor las Apariciones antes de recibir los Mensajes.
P. Benac: ¿Cual fue la reacción de la gente?.
Jacinta: El mismo día del mensaje la reacción fue mala porque la gente pensaba que iba a haber un Milagro. Fue un dia de lluvia torrencial, un diluvio y la gente esperó en los Pinos; muchos quedaron desilusionados al no haber ningún milagro. De algún modo el milagro fue que no hubo accidentes, entre tantas dificultades para subir y andar por el pueblo. No se había anunciado ningún milagro. Ese dia, solo había que dar a conocer el Mensaje.
P. Benac: ¿Como recibió tu familia las Apariciones?.
Jacinta: ¡Qué paciencia tuvieron que tener!. Recuerdo que mientras estaba en éxtasis con las otras, mis padres y mis hermanos no tenían paz, ni siquiera a la hora de comer, cuando la gente invadía nuestra pequeña casa. Aquellos años deben haber sido muy duros para ellos.
P. Benac: ¿Te sentías cansada después de las Apariciones?.
Jacinta: ¡Oh, no!. Muchas veces las Apariciones duraban hasta las cuatro de la mañana, pero no me cansaba nada, era muy feliz; y eso que me levantaba pocas horas después para ir al campo y traer alimento para los animales y hacer los otros trabajos de la casa.
P. Benac: ¿Qué recuerdas del Padre Luis Andréu?.
Jacinta: Le recuerdo muy bien porque era muy bueno, realmente era un santo. Loli y yo solíamos hablar mucho con él y nos acompañaba en los juegos. Lo que recuerdo más vivamente fue la última vez que visitó el pueblo y la Misa que dijo ese día. Todo el mundo decía:
-- ¡Qué Misa mas hermosa dijo hoy el P. Luis; es un santo!.
Su Misa fue como algo del otro mundo.
P. Benac: ¿Cuando oiste de su muerte?.
Jacinta: El dia anterior jugó con nosotras y parecía estar muy bien. Imagínese la impresión que recibimos al dia siguiente, cuando Loli, Conchita y yo, estábamos barriendo la Iglesia y lo supimos; la madre de Conchita vino a decirnos que se había muerto el Padre Luis. No nos lo podíamos creer.
P. Benac: ¿Oíste lo que el P. Andréu dijo al P. Marichalar antes de partir?.
Jacinta: ¡Oh, sí!. Le dijo que lo que las niñas dicen y ven es verdad y que ellas ven a Nuestra Señora.
P. Benac: ¿Es cierto que, antes de que muriese el P. Luis, la Virgen os había hablado de una voz que íbais a oir y que no os asustáseis?.
Jacinta: Sí, nos lo dijo antes de morir el P. Luis.
P. Benac: Entendemos que Nuestra Señora os anunciaba que el P. Luis vendría con Ella un día, que os hablaría y que no os asustáseis.
Jacinta: Sí, el P. Luis vino, no le veíamos pero nos habló y nos dió un mensaje para su hermano el P. Ramón. También dijo algunas frases en varias lenguas y nos enseñó el Ave María en Griego.
P. Benac: ¿Recuerdas todavía el Ave María en Griego?.
Jacinta: Esto es lo que recuerdo:
-- Haire Maria, Keharitomene, O Kirios Metasu eulognemene...
P. Benac: ¿Te habló la Virgen acerca del futuro de tu vida?.
Jacinta: No, nunca; a pesar de que muchas veces le dije que quería ser monja, Ella no me contestó.
P. Benac: ¿Podías decirme por qué no te contestó?.
Jacinta: Pienso que quizás quiso que, en conciencia, eligiésemos libremente.
P. Benac: ¿Sentiste la llamada a la vida religiosa?.
Jacinta: Con frecuencia deseaba ser una monja Carmelita. Mi padre no se opuso a este deseo. Yo pensaba irme a los 17 años. Mi padre deseaba que conociese bien la vida en el mundo y la vida religiosa antes de elegir. Visité el convento y me di cuenta que no era aquel mi sitio. No tenía esa vocación.
P. Benac: ¿Puedes decirme algo acerca de las "llamadas" que tuvísteis las cuatro?.
Jacinta: Sí, era una vivencia interior; la primera como una alegría muy suave, la segunda, como cuando ya se espera ansiosamente a álguien muy querido y cuando venía la tercera llamada, a veces después de una o dos horas desde la primera, ya no resistíamos más; la Virgen nos atraía de un modo que dejábamos todo y corríamos a su encuentro.
P. Benac: ¿Sucedía cuando estabas sola?.
Jacinta: Las llamadas venían de repente, en cualquier momento, a veces la tercera llamada venía al dia siguiente.
P. Benac: ¿Qué recuerdas de la Comisión?.
Jacinta: Fué mi padre quien habló con ellos. Vinieron a casa sobre las cuatro de la madrugada y le pidieron a mi padre ir a casa de Mari Loli para reunirse con su padre, Ceferino. Entre la gente de la comisión estaban el Doctor Piñal, el P. Francisco Odriozola y otros que no recuerdo.
Dijeron a mi padre:
-- Hemos estado observando a las niñas y creemos que deben ser llevadas fuera del pueblo porque ellas no podrán resistir la tensión debida al creciente número de visitantes que viene. Por esto creemos que sería mejor llevarlas a la capital, Santander. Cubriremos todos los gastos escolares de las cuatro y nos gustaría llevar a su hija a Santander.
Mi padre les preguntó:
-- ¿Por qué mi hija?.
Si lo que mi hija necesita es estar en paz y tranquila, me la llevaré a las alturas de Peña Sagra. Mi padre les dijo que su hija quedaría en casa. Entonces fueron a casa de Conchita. No sé lo que sucedió allí pero finalmente la llevaron a Santander.
P. Benac: ¿Cuando conociste al Obispo de Santander, Juan Antonio del Val?.
Jacinta: Recuerdo haberle visto por primera vez en una recepción, cuando los fieles le presentaban sus respetos. Yo estaba en la Catedral esperando saludarle. Don Bernardo, nuestro párroco, me vió y me preguntó:
-- ¿Quieres saludar al Obispo?.
Le dije:
-- No, por favor. Me avergonzaría si me dijese que me fuera.
-- Bien, voy a decirle quién eres.
Entonces, cuando llegué donde el Obispo, Don Bernardo le dijo al oido:
-- Esta es Jacinta de Garabandal.
El Obispo exclamó:
-- ¿Qué me dices?.
Entonces, un sacerdote que estaba al lado dijo:
-- Que se vaya, que se vaya.
Pero el Obispo me cogió la mano y dijo:
-- No, no, quédate. Esto es algo que me interesa.
Entonces me dijo que le gustaría verme de nuevo. Desde entonces fuimos amigos y siempre ha sido muy bueno conmigo.
P. Benac: Me dijiste que fuiste a Roma, ¿cuando?.
Jacinta: Fui a Roma en una peregrinación para ganar las indulgencias del Año Santo.
P. Benac: Pero creo que tuviste permiso para ver a algunos miembros de la Sagrada Congregación.
Jacinta: Sí. El Cardenal Ottaviani me dijo que él creía en Garabandal pero que teníamos que tener mucha paciencia y rezar mucho. Él me recibió. El Cardenal Philippe también me recibió.
Cuando llamé a su oficina, él estaba presidiendo una conferencia de Obispos. Su secretario le dijo que yo quería verle, y es de destacar que él dejó la habitación de la conferencia y vino a hablar conmigo unos cinco minutos. Me dijo:
-- Te traigo bendiciones de la Madonna.
El P. Benoit Duroux, su secretario, me aconsejó vivamente que nosotras, las cuatro, mantuviésemos una estrecha relación y comunicación entre nosotras. Esta observación me impresionó mucho.
P. Benac: En Roma, ¿a quién más visitaste, además de los Cardenales?.
Jacinta: Me presentaron a algunos miembros de la Sagrada Congregación que estaban sentados alrededor de una gran mesa y empezaron a hacerme preguntas.
Cuando me preguntaron por qué había venido, qué es lo que quería:
Les dije:
-- Que se dé plena libertad en el pueblo para decir la Santa Misa.
Me dijeron que era lo correcto.
Por causa de que no había permiso para los sacerdotes de fuera de decir en el pueblo la Santa Misa, nosotros estábamos privados durante cuatro dias a la semana de la Santa Misa y de la Comunión.
Los miembros de la Sagrada Congregación asintieron a mi pedido, pero me dijeron que era el Obispo de Santander quien lo tendría que autorizar. Ellos dijeron que este asunto de la Santa Misa era muy importante pero que debíamos tener mucha paciencia.
P. Benac: De vuelta en España, ¿hablaste de esto con el Obispo del Val?.
Jacinta: Sí, y estuve desconcertada por su respuesta porque me dijo que este asunto concernía a Roma. Entonces le dije:
-- Ahora que Roma me envía a usted, usted me envía de nuevo a Roma.
Y le repetí lo que me dijeron. Que los sacerdotes que quisieran decir Misa en el pueblo podrían hacerlo con su autorización.
P. Benac: En muchos libros sobre Garabandal se habla de las "noches de los gritos". ¿Qué recuerdas de esto?.
Jacinta: Recuerdo que estábamos Mari Loli y yo solas. Era la víspera del Corpus Christi; por causa de lo que veíamos empezamos a gritar.
Nos preguntábamos cómo iríamos a confesar estando ausente el P. Valentín Marichalar, el párroco. Pensábamos que no íbamos a tener Misa el día del Corpus Christi, cuando sucedió que, un sacerdote de fuera, después de perder su ruta, vino al pueblo y todos pudieron confesarse con él.
A la mañana siguiente, fiesta del Corpus Christi, dijo la Santa Misa y aquellos que comulgaron, especialmente los hombres, lloraban cuando volvían a sus asientos.
P. Benac: Tengo entendido que tú también escribiste tu propio diario, ¿es así?.
Jacinta: Sí, Padre, pero no me gustaría darlo a conocer porque todo es muy personal. Quizás, cuando yo muera, pueda ser util.
P. Benac: ¿Qué recuerdos tienes del Aviso profetizado por Nuestra Señora?.
Jacinta: Será algo que afectará al mundo entero; nos ayudará a ver las buenas y malas acciones que hayamos hecho. Durará poco tiempo.
En este momento llega a casa Jeff, el esposo de Jacinta.
Jeff: Todos recordamos que Nuestra Señora dijo que el Aviso viene antes del Milagro; que el Milagro sucederá dentro de los doce meses siguientes al Aviso. Viene de Dios y nos purificará. Conchita dijo que se verá también en el cielo y que en ese momento todo se parará, incluso los aviones. Causará pánico, y nos mostrará a cada uno nuestra vida pasada, el estado de nuestra alma ante Dios.
P. Benac: Parece que el propósito del Aviso es ayudarnos a comprender el significado de las palabras proféticas de Nuestra Señora a través de sus Mensajes.
Jacinta: Sí, en especial me recuerdo lo que Nuestra Señora dijo sobre la Eucaristía, la poca importancia que se le dá y la falta de respeto ante la Presencia Divina. De igual modo la pérdida del sentido del pecado.
P. Benac: Solo Conchita recibió el segundo Mensaje. ¿Sabes por qué las demás no estaban allí con ella?.
Jacinta: No lo sé; en ese tiempo nosotras ya no teníamos apariciones. El segundo Mensaje fue el 18 de Junio de 1965.
P. Benac: Pero vosotras aún teníais Locuciones.
Jacinta: Las otras sí las tuvieron pero yo no.
P. Benac: ¿Estabas tú en éxtasis cuando recibió Conchita el último Mensaje?.
Jacinta: No, yo estaba entre la gente. En esa fecha ya no tenía apariciones.
P. Benac: ¿Has visto alguna cosa inusual?.
Jacinta: Sí; recuerdo ver venir una luz en el cielo hacia el lugar de la Aparición y que otros también vieron esa luz.
P. Benac: ¿Qué nos puedes decir del Milagro?.
Jacinta: Todo lo que sé, está escrito en los libros. Conchita es la única a quien la Santísima Virgen reveló el año y el día del Milagro. Yo pedí varias veces a la Virgen que hiciese un milagro para que la gente creyese. Ella nunca me dijo nada acerca del Milagro. Mari Loli también sabe muchos detalles del Aviso.
P. Benac: ¿Recuerdas lo que Nuestra Señora te dijo del Castigo?.
Jacinta: Ella dijo que dependerá del comportamiento de la humanidad. Dijo que será algo terrible si no cambiamos.
P. Benac: ¿Piensas que podría ser una guerra atómica?.
Jacinta: No, no, será algo que viene directamente de Dios. Son los hombres los que causan las guerras.
P. Benac: Me imagino que ese mismo pensamiento es el que motivó a Conchita para decirme en una carta que me escribió:
-- El que las Apariciones son verdaderas o falsas, los hombres no pueden probarlo; será Dios solamente quien lo hará.
Jeff: Dios Nuestro Señor ya ha dado muchas pruebas que están escritas en los libros, y además, los prodigios que vieron los testigos, las curaciones milagrosas, las conversiones, etc.
P. Benac: ¡Que Dios os bendiga, Jacinta y Jeff!, porque estáis estrechamente asociados a la Obra de Nuestra Señora por la salvación del mundo.
Ahora unas palabras para los trabajadores de Nuestra Señora en la India:
Jeff: Os admiro, queridos trabajadores de nuestra Señora en la India, por el maravilloso trabajo que hacéis extendiendo el Mensaje por todo el país. Estoy seguro que Nuestra Señora os recompensará de todos vuestros esfuerzos, que son para Gloria de Dios.

(P. Francisco A. Benac, era misionero jesuita en la India ).



( Fuente: www. virgendegarabandal.org)

lunes, 4 de junio de 2012

"MILAGRUCU" TESTIMONIO DE UN SACERDOTE


México, D.F., a 1° de mayo de 2012


Queridos hermanos y hermanas:

Me dirijo a ustedes, mis compañeros y compañeras en este grupo de oración, en torno a los mensajes que Dios y su Madre Santísima quieren que conozcamos, a través de María de la Divina Misericordia.

Al comienzo del Mes de María, quisiera compartirles una experiencia que tuve hace casi 50 años y que aún sigue muy viva en mi corazón.

En los mensajes recibidos por María D. M., aparece en tres ocasiones la palabra “Garabandal” (ver los mensajes del 1 ene 2011, 19 feb 2011, y 31 may 2011). En el último de ellos, Jesús nos decía lo siguiente: “Las profecías dadas en Garabandal, ahora llegarán a ser una realidad. Prepárense para ese evento, pues sólo quedan unos pocos meses para preparar sus almas”. El primer evento extraordinario que está por llevarse a cabo es el Aviso, del cual nos habla con tanta frecuencia Jesús y su Madre. Desean vivamente que nos preparemos y les ayudemos a salvar almas, de modo que todos los hijos de Dios respondamos, con arrepentimiento y fe, a su Misericordia infinita, que experimentaremos de una manera extraordinaria en ese encuentro personalísimo con Jesucristo.

El próximo 18 de julio se cumplen 50 años de otro evento extraordinario, aunque de escala menor que el Aviso. Se trata del “milagruco” que tuvo lugar en Garabandal.

Efectivamente, en un pequeño pueblecito de la provincia de Santander (actual Cantabria), llamado San Sebastián de Garabandal, una niña de 13 años (Conchita González) recibió ese día de 1962 la Sagrada Comunión —de manera visible—, administrada por el Arcángel San Miguel. Unas pocas decenas de personas fuimos testigos de ese suceso.

Habían pasado las 12 de la noche, aunque estrictamente —según la hora solar— seguía siendo el miércoles 18. Conchita, desde hacía varias semanas, había recibido avisos del Cielo que la preparaban a aquel hecho singular; es decir, ella sabía que recibiría la Comunión de aquella manera fuera de lo común. En realidad, durante el tiempo en que duraron las apariciones de la Virgen (1961-1965) en varias ocasiones, las niñas videntes, tuvieron la ocasión de recibir la Comunión administrada por San Miguel. Esto sucedía cuando el sacerdote del pueblo, por alguna razón de su ministerio, no estaba en San Sebastián de Garabandal.

Aquel 18 de julio era fiesta en toda España: aniversario del Alzamiento Nacional, en la guerra civil de 1936 a 1939. Como es natural, había mucho alboroto: música, juego de bolos, gritos de los mozos del pueblo, etc. Algunos de los que pacientemente esperábamos en un descampado junto a la casa de Conchita, que estaba a las afueras del pueblo, decían que, con tanto ruido, el milagro no se llevaría a cabo. Pero no fue así. Gracias a Dios, papá, mamá y la pequeña tropa que les acompañaba (soy el mayor de siete hermanos), tuvimos la suficiente paciencia para no desesperarnos. 

Poco tiempo después de las 12 de la noche, Conchita salió de su casa con paso rápido y en éxtasis, hacia la calleja que estaba, al salir, a la izquierda. Los más jóvenes del grupo que esperábamos fuera, la seguimos —corriendo— y, en la mitad de la calleja, vimos cómo Conchita caía de rodillas. Tenía en la lengua una Sagrada Forma de color blanco, que mantuvo fuera de la boca unos pocos segundos. Fueron suficientes para que quienes estuvimos ahí pudiéramos dar luego testimonio de aquel “milagruco”. Conchita le llamaba así a aquel milagro, porque decía que el verdadero Milagro, que le anunció la Virgen para después del Aviso, vendría más tarde.

He de aclarar que Conchita y yo somos de la misma edad: le llevo exactamente 18 días. Esta circunstancia, tenía para mí un significado especial. Una chica de mi edad, veía a la Virgen y escuchaba mensajes suyos, para todo el mundo. Bastantes veces, durante aquel verano, vi en éxtasis a Conchita y a las otras niñas (Mari Loli, Jacinta y Mari Cruz). Tenían la cara iluminada y sonreían. A veces escuchaban asintiendo a lo que oían y otras veces movían los labios y hablaban con Nuestra Madre de las cosas más ordinarias de su vida. Tenían fija la mirada y dirigida hacia arriba. El éxtasis podía durar pocos o bastantes minutos. Unas veces las vi correr por las callejas empedradas del pueblo. Otras, rezar el piadosamente Rosario en la iglesia. En una ocasión vi como una tomaba a otra por los tobillos y la subía hacia arriba para que la Virgen la besara al despedirse. Aunque presenciábamos cosas extraordinarias, todo resultaba sencillo y familiar. Experimentábamos muy de cerca la presencia de Dios y de su Madre.

Recuerdo una ocasión en la que, en la casa de Conchita, unas pocas personas esperábamos que tuviera un éxtasis, pues así se lo había anunciado previamente la Virgen (Conchita decía que había tenido un “aviso”). Charlábamos con ella y con su madre cuando, de repente, Conchita cayó de rodillas, olvidada de todo lo que estaba a su alrededor. Ese día, Conchita ofreció a Nuestra Señora la medalla escapulario que llevaba y que aún conservo como una reliquia.

Me impresionaba especialmente que, cuando Conchita y las demás niñas no estaban en éxtasis, eran unas chicas sencillas, tímidas, y de pocas palabras. Durante el éxtasis se transformaban, como ya he dicho.

Estas experiencias dejaron una honda huella en mi alma. En el primer mensaje de la Virgen, Nuestra Señora había dicho a las niñas lo siguiente: "Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia. Tenemos que visitar al Santísimo con frecuencia. Pero antes tenemos que ser muy buenos. Si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa, y si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande” (18 de octubre de 1961). Además de estas palabras, también oí hablar entonces, sobre el Aviso y el Milagro, que anticiparían el Castigo (o Purificación), y que eran un gran regalo de Dios al mundo, para que nos convirtiéramos.

A partir de entonces, me tomé más en serio mi vida cristiana. Comencé a Comulgar y a asistir a Misa casi todos los días. Me confesaba con frecuencia. Rezaba el Rosario casi diariamente (muchas veces con mis padres que lo rezaron todos los días desde que se casaron, en 1946, hasta el final de su vida). Además, en esa época, gracias a la experiencia de Garabandal, comenzó a crecer mi fe, que se hacía más madura con el estudio. Percibía con más claridad el Amor de Dios y la necesidad de darlo a conocer a los demás. Todo eso me llevó, en pocos años, a una decisión de entrega total al Señor y luego a descubrir mi vocación al sacerdocio.

El 18 de julio del año pasado (2011), aunque me había desconectado casi por completo de lo que sucedía en torno a Garabandal, recordé con nostalgia lo que había vivido en 1962, y que había sido tan importante para mí. Busqué en Internet si había algo nuevo sobre esas  apariciones marianas, y me llevé una gran sorpresa. Leí deprisa el libro de Antonio Yagüe (Garabandal, 50 años después) y, al poco tiempo descubrí los mensajes de Jesús, a través de María de la Divina Misericordia.

No hace falta decir que los he leído todos, con un asombro cada vez mayor, por su verdad y seguridad doctrinal, su sencillez, su piedad y su autoridad que sobrecoge. Me parece que todas estas características exteriores, acompañadas por la gracia del Espíritu que se percibe en el corazón al leerlos y meditarlos, son pruebas muy fuertes de su autenticidad. Personalmente, doy testimonio de que me han ayudado mucho a orar más y mejor (oración contemplativa y también vocal, con las Cruzadas de Oraciones), y a tener un celo apostólico y un deseo más vivo por colaborar intensamente con el Señor por la salvación de todos los hombres.

Cada uno tenemos nuestra vocación personal y hemos de santificarnos donde la Providencia Divina nos ha colocado. Pero, indudablemente, es una gran gracia poder recibir ahora, estos impulsos tan fuertes del Señor, que os invitan a escucharle y a seguirle fielmente en todo lo que nos pide.

Con gusto, les mando —a todos y a todas— un saludo afectuoso, junto con mis oraciones y mi bendición de sacerdote,



P. Víctor C. S.

Foto: Garabandal 1962, (Conchita)        

FUENTE: ESTE TESTIMONIO SE HA EXTRAÍDO DE LA SIGUIENTE PÁGINA
Mehr Infos: http://www.internetgebetskreis.com/es/envios/testimonio-de-un-sacerdote/