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Entrevista que el P. Francisco A. Benac S.J. hizo a Jacinta.
Durante una de sus visitas a los Estados Unidos, el P.
Francisco A. Benac S.J., fundador del Centro de Garabandal en Bombay, en la
India, se entrevistó con la vidente Jacinta Moyniham y su esposo, Jeff, en
California.
En esta entrevista el P. Benac habla con Jacinta de varios
temas: las primeras Apariciones, la visión del Sagrado Corazón de Jesús, el
primer Mensaje, el P. Luis Andréu, la Comisión, sus visitas a Roma, el Aviso y
el Castigo.
P. Benac: Estoy muy contento de este encuentro en vísperas de
Navidad.
Jacinta: Gracias Padre, Jeff no está ahora pero vendrá mas
tarde.
P. Benac: ¿Donde has estado desde que te casaste en
Garabandal?.
Jacinta: Estuve cinco meses en Garabandal y otros cinco meses
en Andalucía. Cuando Jeff embarcó, estuve tres meses con mis padres. Después
estuvimos cuatro meses en Nueva York y, cuando Jeff dejó la Navy, pasamos otros
cinco meses en España. Después estuvimos seis meses en Fullerton, California,
antes de venir aquí, a Los Angeles, en Agosto de 1977.
P. Benac: ¿Qué recuerdas de la primera Aparición de San
Miguel?.
Jacinta: Era domingo; Mari Loli y yo estábamos jugando cuando
nos dimos cuenta que Conchita y Mari Cruz habían desaparecido. Entonces Loli,
yo y otra niña fuimos detrás del campanario de la Iglesia pensando que se
habrían escondido allí.
Dije a Loli:
-- Me parece que van a estar donde el manzano porque el
último domingo Conchita, Mari Cruz y yo fuimos al manzano a coger manzanas.
P. Benac: ¿Era este el famoso manzano del huerto del
maestro?.
Jacinta: Sí, sí, el mismo. Nosotras estuvimos allí antes.
P. Benac: ¿Qué sucedió después?.
Jacinta: Vimos a Conchita y Mari Cruz moviendo las ramas del
manzano y les gritamos:
-- ¿Qué estais haciendo?.
Entonces ellas intentaron esconderse pero nosotras saltamos
dentro del huerto desde la pared de piedra que bordea la calleja y nos reunimos
con ellas a comer las manzanas.
Después de esto, mientras jugábamos a las canicas en la
Calleja, empezamos a sentir remordimiento por haber robado las manzanas,
pensando que el Angel estaría triste en tanto que el demonio estaría contento.
Mientras hablábamos, de repente, Conchita, se quedó mirando a
lo alto mientras decía:
-- ¡Oh, oh!.
Estábamos asustadas, pensando que le daba un ataque, y cuando
ya íbamos a correr a llamar a su madre, de repente, nosotras también vimos la
Visión y exclamamos:
-- El Angel.
P. Benac: ¿Fue esta la primera vez que el Angel se te
apareció?.
Jacinta: Sí, Padre; fue por un corto tiempo. Dijimos a la
gente que habíamos visto al Angel. Fuimos a la Iglesia y empezamos a llorar.
P. Benac: ¿Mari Loli y tú caísteis en éxtasis?.
Jacinta: Sí, por esto dijimos a la gente que habíamos visto
al Angel.
P. Benac: ¿Cómo reaccionó la gente del pueblo ante esto?.
Jacinta: Ellos pensaban que algo extaño sucedió que nos había
perturbado la mente.
P. Benac: ¿Cómo te sentiste entonces?.
Jacinta: No sentí ningún temor ni nada porque me parecía todo
tan natural que pensaba que todo el mundo podía ver lo que yo veía. Me parecia
una cosa normal.
P. Benac: ¿Cuándo se te apareció la Santísima Virgen por
primera vez?.
Jacinta: Fue en la fiesta de la Visitación de Nuestra Señora
a Santa Isabel, el dos de Julio(de 1961).
P. Benac: ¿Qué sentiste al verla?.
Jacinta: Para mí fue como encontrarme con mi Madre después de
una ausencia de muchos años. Por eso le decía tantas cosas. En ese momento no
pensaba en la importancia que este acontecimiento iba a tener.
P. Benac: He leido sobre la Visión que tuviste del Sagrado
Corazón, dime más sobre esto.
Jacinta: Recuerdo un día, cuando nosotras cuatro, siguiendo
la llamada de Nuestra Señora, fuimos un poco mas arriba de donde tuvimos la
primera Aparición del Angel. Nadie del pueblo nos siguió. De repente las otras
tres cayeron en éxtasis al ver al Angel. Yo estaba un poco más atrás viéndolas
a ellas en éxtasis y me dije:
-- Pero si yo no veo nada.
Entonces, de repente, se me apareció el Sagrado Corazón de Jesús.
Me impresionó profundamente. Él no me habló pero su mirada penetró en lo más
profundo de mi corazón.
P. Benac: ¿Qué es lo que más te impresionó?.
Jacinta: Su ojos, su figura; una mirada que penetraba tan
profundamente en mí que no lo puedo explicar.
P. Benac: ¿Qué pensaste en ese momento?.
Jacinta: Esta visión del Sagrado Corazón me impresionó más
que la de Nuestra Señora, aun cuando no le he vuelto a ver otra vez. Tengo una
fuerte sensación de ver a álguien muy querido cada vez que veo su imagen.
P. Benac: Este sentimiento, ¿sigue vivo en tí?.
Jacinta: Sí, Padre, cuando veo su Imagen o hablo de Él, como
ahora, siento algo dentro de mí que no puedo explicar.
P. Benac: Jacinta, cuando pasaste la época de dudas, ¿dudaste
de esta Visión?.
Jacinta: Nó Padre, esta visión siempre ha permanecido viva en
mi mente. Recuerdo habérselo dicho a mi madre, cuando dudaba si había visto a
la Virgen y al Angel; pero de esta visión del Sagrado Corazón, aunque me fuese
a morir, yo insistiría en que fue verdad. Es algo de lo que nunca dudé.
P. Benac: Esta visión, ¿te llevó a amar más a Dios?.
¿Sentiste si quería Él algo especial de tí?.
Jacinta: No sé cómo contestar a esa pregunta porque Él no me
habló pero mi corazón se sintió, desde entonces, cada día mucho más cerca de
Él.
P. Benac: Dime de la Comunión invisible que recibiste y de la
Comunión visible que recibió Conchita. ¿Estabas tu allí aquella noche?.
Jacinta: Esperé hasta las doce de la noche pero el Angel no
había venido y me fui a casa. Mas tarde la madre de Loli me dijo lo que había
sucedido.
P. Benac: ¿Qué impresión os produjo a las tres este prodigio
de la Comunión visible de Conchita?.
Jacinta: Yo sentí que era una prueba del Cielo de la realidad
de las Apariciones para toda la gente.
P. Benac: ¿Apareció Nuestra Señora mas bien sola o con el
Niño Jesús o el Angel?.
Jacinta: Algunas veces traía al Niño Jesús, pero la mayoría
de las veces venía sola.
P. Benac: ¿Puedes describirme a la Virgen tal como la
recuerdas?.
Jacinta extiende sus brazos abiertos y ligeramente levantados
y dice:
-- Así; nos miraba, sonriendo, con una expresión de alegría y
de bondad.
P. Benac: ¿Recuerdas alguna cosa que Nuestra Señora
mencionase y por la que tendríamos que rezar?.
Jacinta: Siempre nos decía de rezar por los Sacerdotes.
P. Benac: ¿Qué decía Ella de los sacerdotes?.
Jacinta: Que son los que deben fortalecer la fé de los
creyentes, dar ejemplo con sus vidas y vivir un vida de fé profunda.
P. Benac: ¿Que más os dijo de los sacerdotes?.
Jacinta: Ella nos pidió que rezáramos para que ellos dieran
testimonio de su Hijo, Jesús. Dijo esto porque algunas cosas estaban yendo por
mal camino.
P. Benac: ¿Cómo era la cara de Nuestra Señora?
Jacinta: Era muy hermosa, su pelo largo, de color castaño
oscuro, le caía suavemente por las espaldas.
P. Benac: ¿Y la expresión de su cara y de sus ojos?.
Jacinta: Es muy dificil de describir; ningún artista la
podría reproducir.
P. Benac: ¿Qué aspecto tenía la Virgen y cómo vestía?.
Jacinta: Su vestido era blanco, le llegaba hasta los pies,
que no se veían y con un manto azul. Su vestido blanco tenía como flores
bordadas en él que apenas se veían.
P. Benac: ¿Qué sentíais en su presencia?.
Jacinta: Era muy feliz viéndola, como a una madre que nos
quiere mucho; no la sentíamos lejana; nos sentíamos muy cerca de ella y la
sentíamos muy cerca de nosotras.
P. Benac: ¿Podías tocar o sentir su presencia?.
Jacinta: Sí, pero es dificil de describir. Porque se tocaba
sin sentir con el cuerpo pero sí con el alma. Es un cuerpo espiritual. Es como
que la sentíamos con el alma y no con el cuerpo.
P. Benac: Lo que dices es como los cuerpos glorificados,
materia espiritual que ocupa un espacio dimensional.
Jacinta: Sí, Padre, es como lo dice.
P. Benac: Es de notar que las otras videntes dicen lo mismo
en este punto. Sobre el Escapulario: ¿era siempre visible durante las
Apariciones?.
Jacinta: No estoy muy segura pero creo que siempre lo llevaba
puesto. Era un Escapulario marrón, con una Cruz por un lado y algo como una
montaña en el otro y el escapulario no muy grande, del tamaño de una mano.
P. Benac: ¿Cuánto duraba la Aparición?.
Jacinta: Variaba mucho. Desde unos minutos a varias horas.
P. Benac: ¿Te sentías cansada cuando duraba mucho?.
Jacinta: Oh no, Padre, el tiempo es como que no existía, el
tiempo volaba.
P. Benac: ¿Estabas siempre en éxtasis con las otras?.
Jacinta: Siempre fui con ellas; mientras ellas estaban en
éxtasis, si yo estaba fuera, normal, me cansaba mucho siguiéndolas, pero si yo
también estaba en éxtasis viendo a la Virgen estaba feliz y el tiempo volaba.
P. Benac: Entonces a veces, ¿tú no estabas en éxtasis con las
otras?.
Jacinta: Exactamente, y esto me afectaba y me entristecía
porque alguna vez estuvo la Virgen quince dias y hasta dos meses sin aparecerse
a mí.
P. Benac: ¿Por qué esta "discriminación"?.
Jacinta: Sentía que era una especie de castigo por algunas
travesuras o desobediencias. Nuestra Señora quería que fuésemos buenas y
obedientes y que hiciésemos todo lo mejor que podíamos.
P. Benac: Bien, Jacinta, si la Madre nos castiga, es porque
nos ama mucho.
Jacinta: Sí Padre, eso es verdad.
P. Benac: Ahora, Jacinta, dinos acerca del Primer Mensaje y
qué recuerdas de él. ¿Estábais las cuatro juntas en ese momento?.
Jacinta: Sí, estábamos juntas; fue la Santísima Virgen quien
nos dió este mensaje:
Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia, visitar
al Santísimo Sacramento, pero antes tenemos que ser muy buenos. La copa se está
llenando y si no cambiamos vendrá un castigo muy grande.
P. Benac: ¿Os urgió la Virgen dar a conocer el Mensaje?.
Jacinta: Oh, sí. Ella nos dijo que lo diéramos a conocer al
mundo, que lo dijésemos el 18 de Octubre (de 1961) para que la gente lo
difundiese por todo el mundo. Ella también dijo que lo más importante era
cumplir el mensaje.
P. Benac: ¿Sabes por qué Nuestra Señora retrasó darlo a
conocer hasta el dieciocho de Octubre?.
Jacinta: No lo sé, pero quizás Ella quería que la gente
conociese mejor las Apariciones antes de recibir los Mensajes.
P. Benac: ¿Cual fue la reacción de la gente?.
Jacinta: El mismo día del mensaje la reacción fue mala porque
la gente pensaba que iba a haber un Milagro. Fue un dia de lluvia torrencial,
un diluvio y la gente esperó en los Pinos; muchos quedaron desilusionados al no
haber ningún milagro. De algún modo el milagro fue que no hubo accidentes,
entre tantas dificultades para subir y andar por el pueblo. No se había
anunciado ningún milagro. Ese dia, solo había que dar a conocer el Mensaje.
P. Benac: ¿Como recibió tu familia las Apariciones?.
Jacinta: ¡Qué paciencia tuvieron que tener!. Recuerdo que
mientras estaba en éxtasis con las otras, mis padres y mis hermanos no tenían
paz, ni siquiera a la hora de comer, cuando la gente invadía nuestra pequeña
casa. Aquellos años deben haber sido muy duros para ellos.
P. Benac: ¿Te sentías cansada después de las Apariciones?.
Jacinta: ¡Oh, no!. Muchas veces las Apariciones duraban hasta
las cuatro de la mañana, pero no me cansaba nada, era muy feliz; y eso que me
levantaba pocas horas después para ir al campo y traer alimento para los
animales y hacer los otros trabajos de la casa.
P. Benac: ¿Qué recuerdas del Padre Luis Andréu?.
Jacinta: Le recuerdo muy bien porque era muy bueno, realmente
era un santo. Loli y yo solíamos hablar mucho con él y nos acompañaba en los
juegos. Lo que recuerdo más vivamente fue la última vez que visitó el pueblo y
la Misa que dijo ese día. Todo el mundo decía:
-- ¡Qué Misa mas hermosa dijo hoy el P. Luis; es un santo!.
Su Misa fue como algo del otro mundo.
P. Benac: ¿Cuando oiste de su muerte?.
Jacinta: El dia anterior jugó con nosotras y parecía estar
muy bien. Imagínese la impresión que recibimos al dia siguiente, cuando Loli,
Conchita y yo, estábamos barriendo la Iglesia y lo supimos; la madre de
Conchita vino a decirnos que se había muerto el Padre Luis. No nos lo podíamos
creer.
P. Benac: ¿Oíste lo que el P. Andréu dijo al P. Marichalar
antes de partir?.
Jacinta: ¡Oh, sí!. Le dijo que lo que las niñas dicen y ven
es verdad y que ellas ven a Nuestra Señora.
P. Benac: ¿Es cierto que, antes de que muriese el P. Luis, la
Virgen os había hablado de una voz que íbais a oir y que no os asustáseis?.
Jacinta: Sí, nos lo dijo antes de morir el P. Luis.
P. Benac: Entendemos que Nuestra Señora os anunciaba que el
P. Luis vendría con Ella un día, que os hablaría y que no os asustáseis.
Jacinta: Sí, el P. Luis vino, no le veíamos pero nos habló y
nos dió un mensaje para su hermano el P. Ramón. También dijo algunas frases en
varias lenguas y nos enseñó el Ave María en Griego.
P. Benac: ¿Recuerdas todavía el Ave María en Griego?.
Jacinta: Esto es lo que recuerdo:
-- Haire Maria, Keharitomene, O Kirios Metasu eulognemene...
P. Benac: ¿Te habló la Virgen acerca del futuro de tu vida?.
Jacinta: No, nunca; a pesar de que muchas veces le dije que
quería ser monja, Ella no me contestó.
P. Benac: ¿Podías decirme por qué no te contestó?.
Jacinta: Pienso que quizás quiso que, en conciencia,
eligiésemos libremente.
P. Benac: ¿Sentiste la llamada a la vida religiosa?.
Jacinta: Con frecuencia deseaba ser una monja Carmelita. Mi
padre no se opuso a este deseo. Yo pensaba irme a los 17 años. Mi padre deseaba
que conociese bien la vida en el mundo y la vida religiosa antes de elegir.
Visité el convento y me di cuenta que no era aquel mi sitio. No tenía esa
vocación.
P. Benac: ¿Puedes decirme algo acerca de las
"llamadas" que tuvísteis las cuatro?.
Jacinta: Sí, era una vivencia interior; la primera como una
alegría muy suave, la segunda, como cuando ya se espera ansiosamente a álguien
muy querido y cuando venía la tercera llamada, a veces después de una o dos
horas desde la primera, ya no resistíamos más; la Virgen nos atraía de un modo
que dejábamos todo y corríamos a su encuentro.
P. Benac: ¿Sucedía cuando estabas sola?.
Jacinta: Las llamadas venían de repente, en cualquier
momento, a veces la tercera llamada venía al dia siguiente.
P. Benac: ¿Qué recuerdas de la Comisión?.
Jacinta: Fué mi padre quien habló con ellos. Vinieron a casa
sobre las cuatro de la madrugada y le pidieron a mi padre ir a casa de Mari
Loli para reunirse con su padre, Ceferino. Entre la gente de la comisión
estaban el Doctor Piñal, el P. Francisco Odriozola y otros que no recuerdo.
Dijeron a mi padre:
-- Hemos estado observando a las niñas y creemos que deben
ser llevadas fuera del pueblo porque ellas no podrán resistir la tensión debida
al creciente número de visitantes que viene. Por esto creemos que sería mejor
llevarlas a la capital, Santander. Cubriremos todos los gastos escolares de las
cuatro y nos gustaría llevar a su hija a Santander.
Mi padre les preguntó:
-- ¿Por qué mi hija?.
Si lo que mi hija necesita es estar en paz y tranquila, me la
llevaré a las alturas de Peña Sagra. Mi padre les dijo que su hija quedaría en
casa. Entonces fueron a casa de Conchita. No sé lo que sucedió allí pero
finalmente la llevaron a Santander.
P. Benac: ¿Cuando conociste al Obispo de Santander, Juan
Antonio del Val?.
Jacinta: Recuerdo haberle visto por primera vez en una
recepción, cuando los fieles le presentaban sus respetos. Yo estaba en la
Catedral esperando saludarle. Don Bernardo, nuestro párroco, me vió y me
preguntó:
-- ¿Quieres saludar al Obispo?.
Le dije:
-- No, por favor. Me avergonzaría si me dijese que me fuera.
-- Bien, voy a decirle quién eres.
Entonces, cuando llegué donde el Obispo, Don Bernardo le dijo
al oido:
-- Esta es Jacinta de Garabandal.
El Obispo exclamó:
-- ¿Qué me dices?.
Entonces, un sacerdote que estaba al lado dijo:
-- Que se vaya, que se vaya.
Pero el Obispo me cogió la mano y dijo:
-- No, no, quédate. Esto es algo que me interesa.
Entonces me dijo que le gustaría verme de nuevo. Desde
entonces fuimos amigos y siempre ha sido muy bueno conmigo.
P. Benac: Me dijiste que fuiste a Roma, ¿cuando?.
Jacinta: Fui a Roma en una peregrinación para ganar las
indulgencias del Año Santo.
P. Benac: Pero creo que tuviste permiso para ver a algunos
miembros de la Sagrada Congregación.
Jacinta: Sí. El Cardenal Ottaviani me dijo que él creía en
Garabandal pero que teníamos que tener mucha paciencia y rezar mucho. Él me
recibió. El Cardenal Philippe también me recibió.
Cuando llamé a su oficina, él estaba presidiendo una
conferencia de Obispos. Su secretario le dijo que yo quería verle, y es de
destacar que él dejó la habitación de la conferencia y vino a hablar conmigo
unos cinco minutos. Me dijo:
-- Te traigo bendiciones de la Madonna.
El P. Benoit Duroux, su secretario, me aconsejó vivamente que
nosotras, las cuatro, mantuviésemos una estrecha relación y comunicación entre
nosotras. Esta observación me impresionó mucho.
P. Benac: En Roma, ¿a quién más visitaste, además de los
Cardenales?.
Jacinta: Me presentaron a algunos miembros de la Sagrada
Congregación que estaban sentados alrededor de una gran mesa y empezaron a
hacerme preguntas.
Cuando me preguntaron por qué había venido, qué es lo que
quería:
Les dije:
-- Que se dé plena libertad en el pueblo para decir la Santa
Misa.
Me dijeron que era lo correcto.
Por causa de que no había permiso para los sacerdotes de
fuera de decir en el pueblo la Santa Misa, nosotros estábamos privados durante
cuatro dias a la semana de la Santa Misa y de la Comunión.
Los miembros de la Sagrada Congregación asintieron a mi
pedido, pero me dijeron que era el Obispo de Santander quien lo tendría que
autorizar. Ellos dijeron que este asunto de la Santa Misa era muy importante
pero que debíamos tener mucha paciencia.
P. Benac: De vuelta en España, ¿hablaste de esto con el
Obispo del Val?.
Jacinta: Sí, y estuve desconcertada por su respuesta porque
me dijo que este asunto concernía a Roma. Entonces le dije:
-- Ahora que Roma me envía a usted, usted me envía de nuevo a
Roma.
Y le repetí lo que me dijeron. Que los sacerdotes que
quisieran decir Misa en el pueblo podrían hacerlo con su autorización.
P. Benac: En muchos libros sobre Garabandal se habla de las
"noches de los gritos". ¿Qué recuerdas de esto?.
Jacinta: Recuerdo que estábamos Mari Loli y yo solas. Era la
víspera del Corpus Christi; por causa de lo que veíamos empezamos a gritar.
Nos preguntábamos cómo iríamos a confesar estando ausente el
P. Valentín Marichalar, el párroco. Pensábamos que no íbamos a tener Misa el
día del Corpus Christi, cuando sucedió que, un sacerdote de fuera, después de
perder su ruta, vino al pueblo y todos pudieron confesarse con él.
A la mañana siguiente, fiesta del Corpus Christi, dijo la
Santa Misa y aquellos que comulgaron, especialmente los hombres, lloraban
cuando volvían a sus asientos.
P. Benac: Tengo entendido que tú también escribiste tu propio
diario, ¿es así?.
Jacinta: Sí, Padre, pero no me gustaría darlo a conocer
porque todo es muy personal. Quizás, cuando yo muera, pueda ser util.
P. Benac: ¿Qué recuerdos tienes del Aviso profetizado por
Nuestra Señora?.
Jacinta: Será algo que afectará al mundo entero; nos ayudará
a ver las buenas y malas acciones que hayamos hecho. Durará poco tiempo.
En este momento llega a casa Jeff, el esposo de Jacinta.
Jeff: Todos recordamos que Nuestra Señora dijo que el Aviso
viene antes del Milagro; que el Milagro sucederá dentro de los doce meses
siguientes al Aviso. Viene de Dios y nos purificará. Conchita dijo que se verá
también en el cielo y que en ese momento todo se parará, incluso los aviones.
Causará pánico, y nos mostrará a cada uno nuestra vida pasada, el estado de
nuestra alma ante Dios.
P. Benac: Parece que el propósito del Aviso es ayudarnos a
comprender el significado de las palabras proféticas de Nuestra Señora a través
de sus Mensajes.
Jacinta: Sí, en especial me recuerdo lo que Nuestra Señora
dijo sobre la Eucaristía, la poca importancia que se le dá y la falta de
respeto ante la Presencia Divina. De igual modo la pérdida del sentido del
pecado.
P. Benac: Solo Conchita recibió el segundo Mensaje. ¿Sabes
por qué las demás no estaban allí con ella?.
Jacinta: No lo sé; en ese tiempo nosotras ya no teníamos
apariciones. El segundo Mensaje fue el 18 de Junio de 1965.
P. Benac: Pero vosotras aún teníais Locuciones.
Jacinta: Las otras sí las tuvieron pero yo no.
P. Benac: ¿Estabas tú en éxtasis cuando recibió Conchita el
último Mensaje?.
Jacinta: No, yo estaba entre la gente. En esa fecha ya no
tenía apariciones.
P. Benac: ¿Has visto alguna cosa inusual?.
Jacinta: Sí; recuerdo ver venir una luz en el cielo hacia el
lugar de la Aparición y que otros también vieron esa luz.
P. Benac: ¿Qué nos puedes decir del Milagro?.
Jacinta: Todo lo que sé, está escrito en los libros. Conchita
es la única a quien la Santísima Virgen reveló el año y el día del Milagro. Yo
pedí varias veces a la Virgen que hiciese un milagro para que la gente creyese.
Ella nunca me dijo nada acerca del Milagro. Mari Loli también sabe muchos
detalles del Aviso.
P. Benac: ¿Recuerdas lo que Nuestra Señora te dijo del
Castigo?.
Jacinta: Ella dijo que dependerá del comportamiento de la
humanidad. Dijo que será algo terrible si no cambiamos.
P. Benac: ¿Piensas que podría ser una guerra atómica?.
Jacinta: No, no, será algo que viene directamente de Dios.
Son los hombres los que causan las guerras.
P. Benac: Me imagino que ese mismo pensamiento es el que
motivó a Conchita para decirme en una carta que me escribió:
-- El que las Apariciones son verdaderas o falsas, los
hombres no pueden probarlo; será Dios solamente quien lo hará.
Jeff: Dios Nuestro Señor ya ha dado muchas pruebas que están
escritas en los libros, y además, los prodigios que vieron los testigos, las
curaciones milagrosas, las conversiones, etc.
P. Benac: ¡Que Dios os bendiga, Jacinta y Jeff!, porque
estáis estrechamente asociados a la Obra de Nuestra Señora por la salvación del
mundo.
Ahora unas palabras para los trabajadores de Nuestra Señora
en la India:
Jeff: Os admiro, queridos trabajadores de nuestra Señora en
la India, por el maravilloso trabajo que hacéis extendiendo el Mensaje por todo
el país. Estoy seguro que Nuestra Señora os recompensará de todos vuestros
esfuerzos, que son para Gloria de Dios.
(P. Francisco A. Benac, era misionero jesuita en la India ).
( Fuente: www. virgendegarabandal.org)