El 8 de Agosto de 1961, acompañado de unas 20 personas de Aguilar de Campo, el Padre Luis María Andreu llegó a San Sebastián de Garabandal para presenciar los acontecimientos que estaban ocurriendo allí.
Esta era su tercera visita, y sería también la última.
EL PADRE LUIS ANDREU VE A LA VIRGEN:
Conchita: – “¿Sabes lo que te quiero decir? Tienes que dar una prueba. Les diste una prueba a la gente en Lourdes y en Fátima”.
Poco antes de terminar el éxtasis, la Virgen les dijo a las niñas que habría otra aparición esa tarde. Nuestra Señora no les había respondido a las videntes cuando le pidieron una prueba, aunque en casos semejantes, lo había hecho con palabras tales como “ya creerán”.
Esa tarde, como todas las tardes en San Sebastián de Garabandal, el rosario se rezó en la Iglesia de la aldea. Y después, aún en la Iglesia, las videntes cayeron en éxtasis. Al salir del templo se detuvieron y rezaron en distintos lugares, tal y como lo habían hecho antes en otras ocasiones.
Cuando llegaron al sitio en que se esperaba que terminase la aparición, las videntes, inesperadamente, subieron por una ladera de mucha pendiente que conduce a un pequeño Pinar, de nueve pinos, en un cerro sobre la aldea.
Es precisamente en estos pinos donde tendría lugar el gran milagro que se había profetizado, que dejaría una señal sobrenatural, permanente y visible, y donde se debería construir una capilla en honor de San Miguel Arcángel.
Era un martes, alrededor de las diez de la noche y el Padre Luis se encontraba entre la muchedumbre que seguía a las videntes.
Tan pronto como las niñas llegaron al Pinar, Loli habló de la capilla que habría de construirse en honor de San Miguel Arcángel, Protector del Pueblo de Dios, es decir, la Iglesia Universal.
Se arrodillaron, cantaron un cántico en honor de San Miguel: San Miguel Arcángel, gran batallador… Y besaron a la Virgen María.
Durante el diálogo entre las niñas y Nuestra Señora, Conchita de nuevo volvió a pedirle una prueba, como había hecho antes esa misma tarde; decía a la Virgen:
- “Como no dimos ninguna prueba la gente no cree”.
Y mientras las niñas seguían en éxtasis sucedió que el Padre Luis, que había estado observando a las niñas con mucha atención, se sintió repentinamente invadido de una honda emoción y le oímos decir cuatro veces y con una voz muy alta:
-“¡Milagro!”.-“¡Milagro!”.-“¡Milagro!”.-“¡Milagro!”.
El P. Luis tenía un aspecto tan grave, tan serio y tan emocionado que Pepe Díez, le dijo al Padre François Turner, que por un momento sus compungidas facciones tenían la apariencia de una “enorme lágrima”.
Hubo además un aspecto singular de este éxtasis del Padre Luis que relatan las videntes:
- “Podíamos verle. En nuestros éxtasis nunca veíamos a nadie, excepto a la Santísima Virgen. Pero vimos al Padre Luis, y la Santísima Virgen nos dijo que él también la veía a Ella y veía el Milagro”.
Conchita también mencionó este acontecimiento en una carta dirigida al Padre Ramón Andreu, el 27 de Noviembre de 1964:
- “Y la Virgen nos dijo entonces que él la estaba viendo y que veía también el Milagro que Dios Nuestro Señor iba a hacer”.
El sacerdote jesuita Padre Luis María Andréu fue el primer sacerdote que vio a la Virgen de Garabandal al mismo tiempo que la veían las niñas.
La Virgen le dijo que pronto estaría con Ella en el Cielo y cuando bajó del pueblo dijo al párroco D. Valentín:
-“Hoy he recibido una prueba ciertísima; lo que las niñas dicen es verdad”.
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