Claro, conciso y al "grano", como se dice. Sin perícopas ni circunloquios. Las cosas del Cielo son así. Hoy en día, en un mundo paganizado, donde el hedonismo es ya una filosofía de vida, la cual se predica desde todos los "púlpitos" de las actuales "iglesias", como son los platós de la televisión, las plataformas radiofónicas o desde las galeradas escritas de los medios de desinformación periodística escrita; leemos este Su mensaje, el de la Madre de Dios, y a unos les impacta, a los más les causa repulsión y, al resto de esta sociedad desazonada, invertebrada, falta de valores y de principios morales y religisos, le es totalmente indiferente.
Pero para aquellos que escuchamos los Mensajes de nuestra Madre, que intentamos, y digo intentamos, vivir lo que Ella nos dice, como Madre nuestra que es, nos fijamos en el "criterio de discontinuidad", es decir, Su Mensaje no se enhebra con las tendencias sociales actuales, con las modas con las cuales nos bombardean por doquier, con la filosofía de vida que los "apóstoles" sociales y políticos desacreditados nos intentan inculcar, para poder tener una sociedad totalmente alienada y falta completamente de la operación del Espíritu en nosotros, que es lo que hace que "pensemos, sintamos, deseemos y actuemos, con la moción de Ëste y conforme a Jesús.
Para poder discurrir entre tanta podedumbre, poder evitar el ser inoculado con tal "virus destructor", y poder tener nuestra mente, nuestro corazón y nuestro actuar en Dios, como ya dijo Karl RAHNER: "El cristiano del futuro será místico, o no será", deberemos acoger el mesnaje de la Virgen, engendrarlo en nuestro corazón, no en nuestra mente, y darlo a luz a través de la acción-operación del Espíritu Santo; y, la única manera de hacerlo, es viviéndolo día a día y en todos los momentos del día, como bien dijo San Isaac, el Sirio:
Para algunos, llega el tiempo, en el que la Oración de Jesús 'entra al corazón', y ya no es recitada por un esfuerzo deliberado, sino que ésta se recita a sí misma, espontáneamente, continuando, incluso, cuando un hombre habla o escribe, está presente en sus sueños, y lo levanta por las mañanas. En las palabras de San Isaac, el Sirio: "Cuando el Espíritu habita en un hombre, él no cesa de orar, porque el Espíritu, constantemente, orará en él. Entonces, la oración no se cesará de su alma, ni cuando duerme, ni cuando se despierta, sino que cuando come y cuando bebe, cuando se sienta o cuando hace cualquier trabajo, incluso cuando está sumido en el sueño, los perfumes de la oración se derramarán en su corazón, espontáneamente". (Tratados Místicos, editados por Wensinck, p. 174).
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